Escribí un poco, como forma de elaborar tanta injusticia que se vive.
No pudiste tenerlo en los brazos, envolviéndolo con el calor del amor. Tu hijo dejó de ser tuyo cuando te robaron, repentinamente, el derecho a la vida. No llegaste a sentirlo nacer, ni a escuchar su primer llanto despavorido de este mundo. De pronto su nido se llenó de sangre, asfixia y nada más volvió a ser seguro.
Vivimos en un mundo donde la vida es así, arrancada de pronto, quebrada por el sin sentido, violentada peor que los animales.
Que impotencia tan grande no poder acunar lo que es propio. Que infortunio tan enorme estar tan lejos de lo que deberías sostener entre las manos.
Si la sociedad no se conmueve por este descarte de la vida esperanzada, poco nos queda por crecer.
Que desdicha tan grande la de esa madre que nunca lo vio. Solo quedará la dicha de haberlo sentido por ocho meses hasta que el destino quebró el puente en dos mientras lo cruzaban.
Que tiempos vivimos. Cuanto mal habremos hecho todos para que pasen estas cosas.
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