10.1.11

Los medicos se quieren a si mismos


Los médicos (como tantos otros profesionales del área de la salud y el servicio) se quieren a si mismos. Siempre pienso lo inconscientes que somos los seres humanos en el momento de elegir una profesión: para seguir el mandato familiar, para elevar el nivel de la familia de origen, porque queda bien, porque trae mucho dinero. Pero ser médico, tomando esta profesión con tantas connotaciones, implica muchísimo más que lo anterior nombrado. Implica a un otro en una posición de desconocimiento respecto a su propio cuerpo, que le permita la vida. Tiene que ver con recibirlo en un estado de vulnerabilidad muy grande (son los menos los que van por pura prevención), a veces temeroso, dolido, cansado de portar un cuerpo enfermo. Los médicos se olvidaron la consideración por la individualidad y singularidad del otro en algún lugar de su carrera o tal vez no consideraron que esas cualidades serían necesarias a la hora de implementar su profesión. Y como pacientes nos sentimos frente a un profesional helado, que opina sobre nosotros como si fuésemos un vegetal, o peor aún, un mueble. Que nos confunde con otro paciente. Que no recuerda si nos atendió y que nos hizo. Que no nos mira.

A veces tengo la sensación que lo que hacen, (valiosísimo y estamos agradecidos por tanto avance), creo, es porque se quieren a si mismos. Porque en el avance visualizan un aporte a la masa en general de humanos, pero a ninguno en particular. Entonces ganan fama, respeto, devoción, y no importa sino miran, si nos incluyen como parte de la rareza exótica o parte de la bolsa de lo que dicen las estadísticas.

Lo que enferma es el trato desprovisto de humanidad, la distancia de poder, la opinión sin considerar al otro.

Siento que se quieren a si mismos, por eso buscan pacientes devotos que perpetúen su mirada sumisa. Buscan engrosar con cifras muchas veces abultadas y difíciles de acceder a cambio de sus conocimientos únicos. Cuando los únicos son cada uno de los que los consultan, con su historia, vida, experiencias.

Claro que no vale generalizar, pero no dejo de apenarme día a día en mi propio recorrido de sanación. Deseo con el alma que por fin comprendan que si el paciente no quiere sanar, no hay medicina ni intervención que cure. En el está gran parte de la solución. Para eso es necesario mirar, escuchar, recibir, dar la mano, abrir el corazón. Porque la salud no es un trámite más, sino un proceso que pude permitir un cambio de hábitos para esa y las próximas generaciones. Porque puede transformar ese dolor del cuerpo en amor. Y esta es una forma también de sanar el mundo.

Ojalá se quieran menos a si mismos y puedan experimentar la humanidad con todos, porque nunca sabremos en que lugar estaremos mañana. La humildad también es un camino de amor, entrega, dedicación, que nos aporta otro tipo de grandeza.

Necesitamos menos médicos estrellas, capos, reyes, majestades y más profesionales al servicio de la humanidad.

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